I. Yomimioconmigodemi…

Siempre me molestó la gente que le deja encargado a los demás una serie de cosas que hacer para su entierro. Pero si ellos no van a estar y son los otros los que nos quedamos con la pena y con los trámites! Pensaba.

Pero cuando uno llega al momento de tener que darle a alguien la última imagen en la película de su vida, es mejor saber que era lo que el otro quería. Cuando me ha tocado, la sensación de poder cumplirle con algo ha sido muy agradable.

A mi me gustaría molestar lo menos posible. O sea, háganlo como quieran. Yo lo que quiero es ser recordada con afecto, principalmente por un par de seres humanos sobre la tierra que me importan de manera especial y particular. En eso estoy, sin obsesionarse eso si.
Me alegraría tener una bonita escena final, pero si tengo que elegir, en fin, prefiero que lo mejor esté antes. No se puede juzgar a nadie por su muerte o su funeral, entre el nacimiento y la muerte hay una vida entera.

Yo por ahora, si me tocara morirme, les advierto que sería en contra de mi voluntad, pero no me iría amargada tampoco porque como nacer, no es una cosa que se pueda eligir realmente. Para suicidarse hay que tener una depre de caballo primero, les recuerdo.

Pero no querer morirme todavía tiene que ver con que tengo una responsabilidad que cumplir en este mundo, mi hijo aún no es un adulto.

En el fondo, y pensándolo mejor, me conformo con no haber sido demasiado negativa para nadie en esta vida.

II. Y entonces cómo?..

Lo de los rituales entorno a la muerte no es para nada un asunto sin importancia.

En Alemania cuando alguien muere lo meten en una sala acondicionada y fría, mientras se decide una fecha en que toda la familia y amigos puedan venir desde donde estén a la ceremonia.

He visto sufrir a muchos parientes de extranjeros, por esta costumbre. No entienden como pueden ser tan crueles de esperar, de dejar a sus muertos ahí en el frío, en una habitación ajena, hasta que ellos tengan tiempo de organizar comida, música y viajes… y he visto a muchos alemanes sufrir por no poder estar en el último momento de la historia de sus parientes, acompañandose y acompañandolo, teniendo la oportunidad de sentarse a su lado y despedirse. Que seamos capaces de enterrar a nuestros muertos en 24 horas muchos lo consideran una crueldad, es para ellos casi como tirarlos a la basura. Lo consideran una crueldad de bárbaros. Y el dolor producido es personal, no sirve decir: aquí se hace así, hay razones.

No, los rituales no son inocuos, ni dejan de tener consecuencias en la vida de los que seguimos vivos. Y estos pueden ser origen de un tremendo choque cultural.

Uno de los funerales más bonitos que he visto, porque los funerales pueden ser bonitos, fue el de mi madre. Gracias a que mis hermanos que no tienen vergüenza por los rituales. No les cuesta tomárselos prestados a la religión, ni sentirse dentro y encontrarse en ellos.

Pero también en que no tuvieron complejos en cumplirle a mi mamá su deseo de sencillez. Darle a la vieja lo mejor en su último acto sobre la tierra significó respetarle la sencilles del ataúd, por ejemplo. Para mi, sola, todo habría sido más dificil.

Hubo una banda de músicos que tocó «petit fleur», su canción. Un cura de población, negro y comprometido con los pobres, otro mi Mamá no habría aceptado. Un montón de vecinos y gentes de todos lados con quienes reirse y recordarla o escuchar cosas que yo no sabía que ella habia hecho en el último tiempo. Los discursos fueron espontáneos y lindos. Mi hermano mayor dijo que lo único que faltó fue el comentario de mi Mamá de como había estado. Cierto, faltó.

III. Y el sueño correspondiente…

Quizá eso sea lo que me llevó a soñar que la acompañaba a la estación y me despedía, ella iba tan concentrada en meterse rápido al tunel e iniciar su viaje, que tuvo que devolverse cuando yo la llamé, y preguntar que era lo que yo había dicho:

– que cuando me toque, quiero que vengas tú…

– ah! déjame ver…

Ella me toma la mano derecha y en ese momento me doy cuenta de que algo cuelga desde mi brazo, es una linea de luces, como una guirnalda de navidad, pero las luces son todas iguales, y brillantes. Mi mamá, me mira y dice:

– bah! se les olvidaron las marcas…

Y después de unos segundos de vacilar, me mira y decide:

– si, yo vengo, ya…

Se gira y parte. La veo perderse entre la masa de viajeros que avanza hacia la luz y me quedo tranquila, igual que al principio, será igual que al principio. Si la cosa es así, no me queda nada que pedir, si pienso en el final de mi existencia.