Para Claudia, que ha sido extranjera más veces de las que yo lo sería, si naciera denuevo.

Eran los años 70tas en la República Democrática Alemana y los chilenos asilados a los que se les llamaba, die chilenische Patrioten, habían llegado recién a vivir por un ratito a este país. No pensaban quedarse más que hasta la caída del innombrable y como eso podía ser mañana por la tarde- ya sabemos que Chile no era un país tropical donde las dictaduras duraran- muchos decidieron no anotarse en ningún curso de ese idioma del que no se entendía nada, de nada… salvo lo de patriote, claro.

El país era raro, era raro desde todas las perspectivas que nuestros queridos compañeros lo miraran. Ellos ya organizados en sus partidos, partiditos y movimientos y movimientitos, tenían directo contacto con la organización que el partido, digo el partidazolocal tenía a nivel comunal para atender la llegada del colectivo de patriotas sudamericanos. Y una vez al mes se reunían las cabezas de los comites respectivos para conversar asuntos fundamentales de convivencia.

En uno de esos encuentro, el señor de la parte alemana le pregunta al de la parte chilena si los chilenos comen gatos, porque si es así, ellos atentos y respetuosos de la diversidad cultural, estarían dispuestos a matarles algunos para consumo de la comunidad. Eso si tendrían que saber de cuantos gatos se estaría hablando. El chileno- cabeza de tribu quedó un poco confundido y solo atinó a responder que haría las averiguaciones del caso.

El exilio juntó y revolvió en el lugar de acogida a gentes de las más diversas condiciones. El jefe quería primero averiguar de donde venía esta historia. Dicen que la gente en la cárcel come cazuela de gato…

En el supermercado donde se suponía existía la «demanda» le dijo, el carnicero, que allí aparecía una señora mayor que le hablaba en castellano- idioma que el no hablaba, ni tenía pensado aprender- y que le decía al final de su discurso, mostrándole la carne «miauuu, miauuuu…» por eso el creía que quería carne de gato. Hasta ahora él se había negado, pero si el comité de los chilenos se lo pedía…

La señora en cuestión simplemente tenía 3 gatos y lo que quería era carne PARA los gatos, porque no se sentía bien dándole esos alimentos especiales enlatados.

No estaba acostumbrada y el carnicero tampoco estaba acostumbrado a que la vieja fuera como una vieja alemana cualquiera, con gato.

Y tuvieron 16 años para acostumbrarse.