Al margen de si la canción es buena o mala, a mi hay frases de algunas que se me quedan colgando en la memoria.

Es extraño porque se disparan en determinadas situaciones y son pedazos de un todo que puede no importar tanto como lo que me recuerda de pronto.

No son como un olor que trae un recuerdo, sino más bien un par de palabras que me abren una ventana y por la que miro una cierta perspectiva de la vida, a veces, ni siquiera propia, a veces, de la vecina.

Seguro debe ser que acompañaron algo que no reconocí sino hasta la primera vez que las escuche.

Como un i- ching particular que sale desde la radio.

Por ejemplo:

“nunca fue difícil cambiar sentimientos, ni pasiones grandes por amor pequeño…”

O esa de:

“… para estar con vos sin perder el ángel de la nostalgia…”

O:

“… no me pesa lo vivido, me mata la estupidez de enterrar un fin de siglo, distinto del que soñé…”

O, una de mis preferidas:

«… volver a ser derrepente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo, como un niño frente a dios…»

Da para todos los estados de ánimo y situaciones.

Con esta me río siempre como la primera vez:

«… ni ser el fantoche que va en romería con la cofradía del santo reproche…»

Juajajaja… es que ese tipo de reproches es deveras santo… pa’ uno claro.

Son como verdades en porciones chiquititas y empacadas en canciones que a veces me llega a dar vergüenza conocer por lo malas. Las canciones, no las verdades.

Esas ya se sabe:

“… nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio…”