Es que los miércoles no estoy en casa prácticamente.

Yo dejo el almuerzo hecho y llego cuando el ya se lo comió y está haciendo la tarea.

Me quedo una hora exacta y salgo otra vez.

Cuando vuelvo preparo la cena y al mismo tiempo lo que presentaré por la noche a los siguientes alumnos.

Le doy el beso de las buenas noches y salgo.

Para él supongo es un día raro.

Ese día trabajo.

Yo diría que hasta alcanza a echarme de menos.

Por eso cuando entré y me dijo eso de que cuando me muriera me iba a hablar igual, yo lo tomé así mismo como me lo tiró.

Quien sabe que caminos de nostalgia lo trajeron hasta esa conclusión.

Mientras me cambiaba los zapatos le dije que 100% seguro entonces yo le contestaba, si se podía. Y que se me acababa de ocurrir que en los sueños era lo más seguro, en los sueños te contesto, como lo hace mi mamá conmigo.

Fue una de mis buenas ideas, porque lo vi quedar feliz.

Siempre en este punto es que a mi me entra la desconfianza en mis propias soluciones, así es que le agregué que ojala no me pusiera peleadora de muerta, porque eso le pasó a mi mamá, que cuando la veo en sueños ¡es una de pelearse!!

Después ni me acuerdo por qué era que venía a pelear conmigo en sueños esta señora.

Pero mi hijo es mejor que nadie en adivinar y me dijo: “pero yo SÈ que tu mamá te quiere”

Le di un abrazo apretado y le dije consoladora: “Si yo también sé que me quiere. Y tú sabes que yo te quiero a ti. Eso es lo bueno.”

Y se acabó, porque era miércoles y yo tenía que trabajar.