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La tiró así, como que la estuvo pensando para proponerla en la sobremesa, no tanto para saber que se opina, sino más bien para asegurarse que tendría tema. Además la vistió de frase polémica. El problema con las frases polémicas es que no resultan en cualquier contexto. Es como decir: “soy ateo” en mi familia no calienta a nadie, si dices lo contrario tampoco. Entre mis amigos hay de los dos bandos, justo por eso, y según la constelación que se dé en el encuentro organizado, hay discusión o no.

Yo tiendo a poner mis fronteras con los chistes y el humor lo más allá posible y así se da que entre mis amigos se produjera un silencio mortal en mi último cumpleaños, cuando un amigo contó un chiste de “rubias”, machista y brutal. ¡Yo fui la única que se rió! Y porque era la anfitriona, porque el chiste era malo. Como el 99, 9 % de estos chistes, que además son un clásico así es que originalidad tampoco ofrecen, es casi, casi como contar un chiste de maricones (homosexuales, putos). Afortunadamente mi amigo pensó que el resto eran unos aburridos y sin sentido del humor. Digamos que soy amiga de él, aún y a pesar, de su sentido del humor, porque es un tipo súper buena gente y simpático que tiene 5 hijos y mucho trabajo, y su mujer es un amor y nada sometida. Ojala nunca llegue a ofender a nadie realmente, y ruego para que no me llegue a ofender nunca a mi. Y ruego además, porque el día que le pase no se lo tome personal, al final no todos tenemos el mismo sentido del humor.

Una vez en la fiesta de una amiga le eché una broma racista a un africano estupendo y regio que se creía el centro del mundo, y la verdad es que en ese minuto lo era. El tiraba dardos a un círculo, y todos lo miraban (todas, quise decir) y yo, que no le di a una, acoté que los africanos tenían que ser buenos en esto, sino no comían. El me rió la gracia, pero se fue a quejar a la dueña de casa. A decir verdad, yo solo le tiré el dardo para bajarlo del ego. Hoy pienso que el chiste a parte de malo, podría habérmelo retrucado fácil, pues yo soy sudamericana y allá algunos, ni saliendo a cazar con dardos, comen.

Yo prefiero reírme, encontrarle la gracia a las desgracias, pero también sé que el reírse de alguien no es lo mismo que reírse con alguien. También trato de acordarme que un buen chiste es un buen chiste, ¿¡qué quieren que les agregue?! ¡Es lo de siempre, el problema es cuando el chiste es malo, o cuando el que lo cuenta no es gracioso! ¿Pero cuáles son los criterios universales del chiste que lo hacen automáticamente bueno?

Además el humor común define al grupo, y por eso el humor en si mismo puede ser excluyente para unos, y por eso lastima, e incluyente al mismo tiempo para otros, y es halagador pertenecer. No tomarse muy en serio ayuda, pero no mostrar las fronteras que se tienen es negarse a una relación real con los demás. Tampoco.

Pero mejor les cuento que tema fue el que él propuso: “el odio es más fuerte que el amor”, dijo. Y él es profesor de filosofía… yo me aventuré por la media cancha y le tiré de frente: “¿cuál amor?”, me paró en seco con un “¿ves? con el amor siempre tenemos que definir, en cambio el odio es elemental. Mucho más primigenio”

Entonces remaché: “No, si lo digo porque no sé a ciencia cierta de los otros amores, pero el amor por mi hijo es más fuerte que cualquier odio. El de él por mi quién sabe, pero el mío por él …” Ya iba a gritar gol! Cuando el se revuelve y da un manotazo: “¿Y que dicen las otras madres en la ronda?” Lo mismo que yo, faltaba más. Perdió: 3 a 0. Sin contar a los padres que había. Pero no me dió risa, porque fueron todos autogoles. Que fome jugar así.

Cuando era chica odiaba la palabra colocar, prefería poner… ni me pregunte por qué, no tengo idea. Yo colocar la encontraba rebuscada y ordinaria, tanto así que denuncié a mi profesora de primero básico con mi Papá. La acusé de usarla. Mi Papá me explico que era perfectamente lícita. Desilusión. .

Ahora, me da un poquito de asquillo la palabra coadyuvar. Me suena a político de centro izquierda, que antes lo fue de izquierdas a secas y hoy se reencarnó en asesor de algún ministerio. De preferencia en el de Planificación, ahí le viene mejor el título de algún grado en ciencias humanas (es que siempre fue malo pa’las matemáticas, el pobre). Yo encuentro que se puede seguir usando contribuir o ayudar. Pero eso sería como pedirles que se hicieran responsables de los muertos de sus pasadas opciones políticas. Están son demasiado vivos para esto. Los mismos que antes concatenaban- teóricamente, eso si- hechos de la historia para revolucionarnos, hoy nos coadyuvan a vivir tranquilos y calladitos.

Por otro lado, acepto que carcinógenos es un aporte, si se tiene que escribir un artículo sobre cáncer, medioambiente o las dos cosas. Una vez pones cancerígeno, otras carcinógenos y tamos listocos. Me carga, eso si, tener que decidirme por solo una de ellas, no me gusta entrar en la moda de carcinógeno así como así. Es como si un fumador que se expone a los agentes carcinógenos del cigarrillo fuera menos «in» si los nombra como cancerígenos.

Lo de piedrazo y pedrada ya me da un poco más en los ovarios. ¿Qué razón tendría yo para no querer unirme a aquellos a los que les gustaría ver la primera de ellas en el diccionario? porque después de usarla la vida entera, y escucharla de los más variados niveles culturales ahora alguien miró el diccionario y se dio cuenta de que no está? Peroperopero! pero si en el diccionario entran las palabras ya disecadas, es lo normal.

Seguro son los mismos que vacacionan sin preguntarse si la palabra existe y si no sería mejor seguir haciendo vacaciones, que es menos “in” pero sale en el diccionario, y por lo tanto más seguro. Hasta para usar el diccionario hay que tener opinión señores.

Ahora mi palabra de moda favorita es desopilante, me encanta! es que se «escucha» lo que significa sin ser una onomatopeya. O no?

Mina, sin embargo es mi preferida. En mi país se usa no solo como sinónimo de mujer, sino de una con carácter, una de personalidad definida o por lo menos de físico impactante. Todo junto, pero también por separado, una que solo tenga lo último sería más bien una minoca. No es lo mismo.

Pero mi visión está sesgadísima, por los años en el extranjero y por mis amistades blogueriles, que como es vox populi son en su mayoría argentinas. Esos son los nuevos parámetros de mi vocabulario.

Y como los concursos están de moda, infórmate aquí o aquí, ¿qué tal si les pregunto por su palabra favorita y su palabra odiada? con explicación y trasfondo, plis. Después podemos ver si por lo menos logramos convencernos entre nosotros, poniéndolas a votación y resolviendo cuál sería la más odiada y cuál la más querida.

Tengo una conocida lejana, que es capaz de hacerle análisis sicoanalítico profundo a cualquiera, a la distancia y por control remoto. Ella se basa en los muchos años de psicoanálisis que se ha mandado al cuerpo. Yo le respeto la opinión porque ganarse su base argumental, en lo económico y en lo personal le ha salido recaro.

Y tampoco voy a negar que, como no tiene problemas de compartir las intimidades de otras personas con el mundo, todo por el bien del análisis psicológico claro, y el avance y la evolución personal del que escucha, yo he podido disfrutar de su colección de casos. Y no me siento demasiado mal de que me guste escuchárselos porque sé fehacientemente que yo soy uno de los más citados. O sea pago entrada y no barata.

Demás está decir que las conclusiones que ella saca son harto personales, harto intuitivas y que por eso no voy a ponerme a discutírselas, ni aquí ni en ninguna parte.

En fin, que el otro día vino y me contó lo que le había pasado a la señora esta cincuentona y regia, dueña de Boutique y antigua modelo, la misma que se casó de joven con un ludópata que se arruinó él primero y después a ella, antes de terminar mal, muy mal, peor incluso… esta señora se había llevado, igual que esta chica, en psicoanálisis decenios buscando salvarse de su tendencia a meterse con tipos con adicciones… esta conocida lejana mía, la había apoyado mucho con algunas direcciones de sicoanalistas, y por supuesto con el repaso de cada sesión y el desmenuce de cada nuevo descubrimiento hecho en la sicoterapia.

Pero lo último que había pasado era la solución final al caso, y mi conocida lejana, estaba absolutamente excitada por el desenlace: la tipa se había enamorado, como siempre, de un ludópata, pero este tenía TANTO dinero que ya no era problema.

Mi conocida lejana estaba plana con la noticia, porque esto significaba que si no te logras liberar de la neurosis y te das a ella con tutti y sin complejos, lo único que tienes que tener en cuenta es en hacerlo bien. Dice ella.

A veces pienso de golpe y en medio de la noche en mi país y mi sentimiento es igual que la poesía esta de Heine: “Denke ich an Deutschland in der Nacht…” (Pienso en Alemania por la noche…)

Hace años me subí a un avión y al lado me tocó un bogotano muerto de nostalgia y abrumado por lo que se le venía encima en cuanto pusiera el pié en su ciudad, después de 10 años de vivir en Suecia. Un poco arrancando de la violencia en su país, un poco tentado por la aventura, había empezado su viaje en la República Democrática Alemana para rematar, caída del muro por medio, en Estocolmo. Allí vivía, casado con su novia de la infancia que lo había seguido hasta allá. Y ahí estaba él ahora, solo, volviendo a casa de visita y después de 10 años de ausencia. Estaba hecho pelota por dentro y no lo juzgo mal por haberse recetado una cantidad de whiskys considerable como anestesia local, y terapia de conversación con la pasajera del lado, yo, que algo parecía entenderle de las circunstancias en que se debía estar para recibir una beca al bloque oriental en los 80tas. La cosa era matar el tiempo antes de que este lo matara a él.

Así las cosas, y después de más de 10 horas de vuelo juntos y mucha historia más tarde, volvió sus ojos y sus pensamientos hacia lo que vería en breve, después de tantos años: la meseta que es Bogotá. Su Bogotá, me explicó, es verde, increíblemente verde. Me contó del cielo, de la cordillera, del clima. Y de su madre, que se había vuelto vieja esperándolo. Reproches que se volvieron viejos, amores que se volvieron antiguos, luchas que ya no existían a pesar de haberle dirigido la vida durante tantos años. Me marcó su descripción para el resto de mi vida.

Cuando apareció Bogotá por la ventanilla yo apenas podía creer que fuera verdad esa visión: en medio de la inmensidad dura y seca, esa olla verde que era su ciudad. Sentí que yo también volvía junto con él al lugar de su infancia. Pobrecito.

Cuando yo vuelo desde Buenos Aires a Santiago en la última etapa de mis regresos a Chile y veo terminar la pampa argentina y empiezo a atravesar la cordillera que se va tupiendo con una cadena de cerros tras la otra, me baja una emoción incontrolable. Nunca he podido evitar llorar. Es simplemente volver a lo que nunca volverá a ser, y sin embargo ahí está lo eterno la cordillera, la nieve y el inmenso mar pacífico.

La contradicción que nos presenta la eternidad de la naturaleza contra el suspiro que es nuestra existencia, es brutal. Eso y muchas cosas más son las que me conmocionan en ese momento. Igual que al bogotano. El paisaje es un símbolo, es lo único que verdaderamente “quedó” de nuestro pasado.

Heine dice en su poema algo muy bonito sobre esto, el sabe que cada vez que vuelva, Alemania lo estará esperando con sus bosques, con su tierra, con su cielo, pero esa certeza se acaba si piensa en su madre. Los seres humanos somos perecederos, los seres humanos no somos piedras, ni paisajes, los seres humanos pasamos y desaparecemos, no se puede llegar y volver cuando se quiera a los brazos de los que queremos. Los fantasmas de los amigos enterrados en la patria ya son tantos, dice Heine, y esto es lo que le quita el sueño si piensa en mitad de la noche de pronto en su país: ¿Quién estará allí para ser abrazado cuando el vuelva?

El poeta no volvió, murió en Paris hace ya más de 150 años. Yo como él sé que los países no son el paisaje sino su gente, y cuando sentimos nostalgia lo que queremos es volver a abrazar a esos que sientes indispensables porque los quieres, desde la profundidad y certeza que te da haberlos querido siempre. El resto son recuerdos.

Nachtgedanken

Denk ich an Deutschland in der Nacht,
Dann bin ich um den Schlaf gebracht,
Ich kann nicht mehr die Augen schließen,
Und meine heißen Tränen fließen.

Die Jahre kommen und vergehn!
Seit ich die Mutter nicht gesehn,
Zwölf Jahre sind schon hingegangen;
Es wächst mein Sehnen und Verlangen.

Mein Sehnen und Verlangen wächst.
Die alte Frau hat mich behext,
Ich denke immer an die alte,
Die alte Frau, die Gott erhalte!

Die alte Frau hat mich so lieb,
Und in den Briefen, die sie schrieb,
Seh ich, wie ihre Hand gezittert,
Wie tief das Mutterherz erschüttert.

Die Mutter liegt mir stets im Sinn.
Zwölf Jahre flossen hin,
Zwölf lange Jahre sind verflossen,
Seit ich sie nicht ans Herz geschlossen.

Deutschland hat ewigen Bestand,
Es ist ein kerngesundes Land,
Mit seinen Eichen, seinen Linden
Werd ich es immer wiederfinden.

Nach Deutschland lechzt ich nicht so sehr,
Wenn nicht die Mutter dorten wär;
Das Vaterland wird nie verderben,
Jedoch die alte Frau kann sterben.

Seit ich das Land verlassen hab,
So viele sanken dort ins Grab,
Die ich geliebt – wenn ich sie zähle,
So will verbluten meine Seele.

Und zählen muß ich – Mit der Zahl
Schwillt immer höher meine Qual,
Mir ist, als wälzten sich die Leichen
Auf meine Brust – Gottlob! Sie weichen!

Gottlob! Durch meine Fenster bricht
Französisch heitres Tageslicht;
Es kommt mein Weib, schön wie der Morgen,
Und lächelt fort die deutschen Sorgen.