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Lo peor de que las amigas del barrio nos lean el blos, no es el hecho, sino que después nos mandan al mail los comentarios y a veces valen la pena su publicación.

Yo comparto con ud. lo que Z. me mandó esta vez.

Ella, como siempre, poetica.

No es que a mi me guste contar mis cosas o las enfermedades de nadie, pero es que me la encontré allí a la vera de la tumba esa y fue ella la que me saludó.

Le pregunté si era la tumba de algún pariente, ella dijo que no y después me preguntó porque no estaba en el colegio.

No voy al colegio, le dije.

No creo que los del Schulamt te lo permitan.

No sé que es ese asunto.

Es la oficina dedicada a las cosas del colegio. Y el colegio es obligatorio.

Esta vieja es más metida que supositorio’e guagua. Díjeme. Y supe altiro que se lo comentaría a mis papás. Bueno a mi papá, mi mamá no escucha nada, no tiene tiempo de escuchar nada, no quiere tampoco. A no ser que sea la cura milagrosa de la leucemia, no le interesa nada.

Te haría bien ir al colegio.

¡Que me va a hacer bien si no entiendo nada de lo que dicen!

Aprendes, algo te queda, lo que sea.

Me miró con cara de nada. Eso es lo que mata con la vieja esta, su cara de nada en esos casos, como si todas las decisiones en esta vida- la mía- fueran mías, como si fuera yo el que quisiera estar acá en este país y en esta ciudad.

¿Cómo está tu hermano?

Como siempre.

¿Y tu mamá?

No sé, no la veo hace dos días.

O sea tu hermano está mal. ¿Querrá que vaya a traducirle?

No, yo creo que ella no quiere hablar con nadie. Además, hasta la señora que limpia habla inglés.

¿Por qué me pongo a hablar con la vieja esta y le cuento nada?

Mira la tumba y me dice:

La primera esposa, murió durante la guerra, seguramente de parto, ves, acá está el niño.

¡Esta vieja si que es copuchenta! Se pasó.

¿Y usted de donde sabe?

Cosa de mirar las fechas y los nombres, acá las mujeres pierden su nombre de familia y toman el del hombre cuando se casan. Bueno, era así, antes. El “Mädchenname”, nombre de “chiquilla”, de señorita. ¿Ves? Y esta otra es la segunda esposa.

Y eso que el era médico de la clínica universitaria de la ciudad. Hay cosas que no se pueden evitar.

Y sin transición, me dice:

Raulito, no te dejes caer. Anda a clases y ven a almorzar a la casa, te espero el domingo.

Vieja metida, pienso. Igual a lo mejor voy. Los domingos duran mucho más que los días del resto de la semana.

Raulito, dile a tu mami que me llame si quiere.

Mi mamá no quiere nada, lo único que quiere es estar ahí más muerta que mi hermano en su cama.

Se calla y tiene otra vez cara de nada. Mejor, si llegara a poner cara de pena la mato y rabias no acepto.

Raulito, anda tu solito al colegio. No dejes que sea todo más triste de lo que es.

No se puede más triste.

Si, Raulito, se puede.

¿A quién le importa?

A mi.

¡Se volvió loca la vieja! Y a mi que me importa si apenas nos conocemos.

Se acerca y me toca la cara, ahí me doy cuenta que tengo los ojos mojados. Y pienso en mi papá que me recordaría que no haga sufrir a la mamá con llantos. Yo puedo igual que la vieja esta, poner cara de nada, solo los ojos me lloran haciendo caso omiso de mi cara de nada. Cosa de relajar la musculatura.

La vieja me dice entonces que me va a acompañar al colegio y que me va a inscribir, que venga con mi pasaporte el domingo y lo conversamos. Ella llama a la oficina esa y que de ahí vemos que falta.

Yo sigo llorando, porque eso debe ser esto que me empapa la cara.

Pucha la vieja metida.

Y la segunda mujer vivió 40 años más, le digo.

Si, dijo la vieja, es cierto.

La miro y la vieja sonríe contenta con mi descubrimiento.

¿Habrá sido feliz? Pregunta.

Si, le digo yo, si fue muy feliz y crió a todos los hijos que el tipo tuvo con la primera señora. Y como eran chicos no fueron a la guerra. Listo.

La vieja se ríe, se ríe.

Mira la tontera que tenía que contarle para que se riera.

El domingo me cuentas más, me dice, ahora me tengo que ir a la casa. ¿Vienes?

No. Si ya voy a verla el domingo, ahora también sería como mucho.  (Para mi)

Cierto me dice, y hasta el domingo. Me dice.

Hasta el domingo. Ahí le cuento más.

*v.d.m. ponen los médicos en las fichas de las enfermas, que lo único que tienen es la neurosis que les deja la vida, la neura de la v ieja d e m ierda. Ellas quieren atención, el médico les da una aspirina y pone diagnóstico vdm

Leo una entrevista a Lagerfeld en el País.

Me cae bien este tipo.

Sus declaraciones no son para firmarlas o hacerlas base moral de la vida de nadie, pero su decisión de contar la historia de su vida como tenga ganas y de llamar a los periodistas “flojos” por no buscarse la información ellos mismos, me gusta.

Porque es cierto.

Así sin rascar demasiado en sus palabras.

Hay un margen de error de 5 años con respecto a su fecha de nacimiento. Y dice que nunca fue al colegio pero en la tele salieron unos viejos diciendo que fueron compañeros de curso.

El simplemente dijo que no los conocía de nada y que quién podría decir que él tiene ALGO que ver con “esos” y puaj!

Nadie, nadie podría y nada, nada que ver tiene.

Me gusta eso que dice de que en realidad los diseñadores quisieron ser artistas paro se quedaron en eso, quisieron pertenecer a la alta sociedad y solo consiguieron vestirla.

No se toma en serio, si no quiere.

Eso si, agrega que a el no le gusta ser víctima, así es que no se opone a que se le contradiga pero que si alguien decide hacerlo, le saldrá caro.

Si, Lagerfeld dice estupideces y reparte golpes bajos y altos al ojo, y dice verdades, las suyas. Es totalmente consecuente consigo mismo, pero como su lema es el constante cambio, ahí te quedas si tratas de seguirlo.

Pa’que también! Si el tipo es diseñador no filósofo ni consejero moral.

Su grado de libertad corta el aliento, y si se sabe es porque el es él, sino sería el viejo maniático de la esquina.

No soporta a la gente de su edad, no le gustan los viejos de su edad. No le gusta compartir recuerdos. Tiene más de 70ta años. Más de 75 también.

«Nunca veo a gente de mi generación. Me aburren mortalmente. Tengo un presente más que placentero, ¿por qué desperdiciarlo recordando el pasado? Así que mis amigos son más jóvenes, o mucho más mayores».

Ser el menor o ser parte de la fiesta de los jóvenes.

La Oma va a misa los domingos.

El abuelo, su marido se murió hace unos meses. Su hermana en Viena y ella ya no se verán más, las separan demasiados kilómetros para dos señoras de más de 90ta. La hermana está enferma. Siempre.

A pesar de que la Oma es fuerte y vital no planifica viaje.

Su hija me comenta que hoy van al cementerio, ella la acompañará, que habrá misa.

¿De nuevo?  Pregunto. Si.

Ya fue en la mañana a misa.

Nos quedamos reflexionando en lo importante que fue para la refugiada de guerra que fue esa mujer, la comunidad católica. Allí encontró aceptación, costumbres comunes, amigos. ¿Y ahora?

No solo consuelo, sino que se llena el mundo de gente más joven. Ahora que la familia se redujo, allí encuentra gente que está esperando lo que pase mañana sin pensar en que con 90ta no planificas un viaje a Viena.

Mi suegra, de 67, la invitó a su grupo de jugar a las cartas, pero ella no quiere ir con viejos, le dijo.

Mi mamá dejó de visitar a su mejor amiga del barrio porque no soportaba verla perdida en el Alzheimer y en un asilo de ancianos, sin saber quién era quién.

Cuando le dije a mi hermana que habría que obligarla, me dijo que mi mamá se veía en esa amiga, que no era fácil para ella, que no tenía que meterme.

Al final creo que es miedo a la muerte.

Lagerfeld, la Oma, mi mamá viejos y miedosos.

Miedo a que cada año muere alguno de los que estuvieron contigo en el colegio, en la calle jugando, con los niños en el parque.

Miedo a que las arrugas se conviertan en decadencia mental.

Lo de Lagerfeld, lo de la Oma, lo de mi mamá.

Ayer miraba la lista de defunciones y había varios de los 60tas, mis años. Es raro, ya hay gente a quien la despiden sus nietos en las esquelas.

Digo, y si dejáramos de tenerle tanto miedo a la muerte, si nos acordáramos que cualquiera se muere por el solo hecho de estar vivo.

¿Hasta acá es que nos dejamos dominar por el miedo?

¿Y donde el disfrute de los nietos? ¿Dónde el de los recuerdos compartidos? ¿El de las canciones en común?

Parece más raro el fenómeno de los viejos contra los viejos, cuando veo a los niños de mis amigas cumplir 15, o 20 y empezar a cuidar otra vez de sus muñecas, a vestirse de nuevo de rosa o cuidar el osito de peluche, a exigir ser otra vez los bebés de mamá.

Hasta que llegue el momento de verse ridículas con 25 y perfumadas de bebes.

También hay las que se sienten viejas con 25 si no se han casado, y con treinta ya deberían tener hijos, piensan, pero todavía no odian encontrarse con los de su edad.

Conozco a mujeres- y hombres- de 30 que cada segunda frase es “nosotros los jóvenes”. Patéticos.

La mayoría de las veces son aquellos que aún estudian, aún no salen de casa de sus padres, no se han casado o no tienen hijos. O todas las anteriores.

Que mala prensa tiene ser adulto y estar soltero.

En Chile mis compañeros de curso de la escuela básica se encuentran después de 30 años. Trabajando y casados, con hijos. Son presentables. Cumplieron.

¿En cuanto empiecen a morirse los primeros se deja de ver el resto?

Capaz. No sé.

Por ahora se alegran.

¿A qué edad se deja de querer ver a los de tu generación?

¿A partir de cuantos muertos?

¿A partir de cuantas arrugas?

Me gustan los viejos, a mi si me gusta que me cuenten que era antes de mi, tanto como sentir que me gusta vislumbrar el mundo de los que son más jóvenes y tienen un futuro que no me pertenece. Tanto como me gusta cantar las canciones de Silvio con los de siempre. Pero no he cumplido 50.

Igual en una de esas mi hermana tiene razón y no es fácil sentir que eres uno más y por eso cualquier día uno menos, y que te lo recuerde cada vez más el solo hecho de visitar a las amigas en una de esas es insoportable, ella debe tener razón, finalmente tiene 20 años más que yo.

Será, pero ojalá no me pase.

Ahí vemos.