Una de las cosas que haces Ricardo, es que a pesar de que me arranqué rajando hace 23 años me tenga que confrontar personalmente con «lo que pasó» una vez al año.
Me arranqué para no soportar lo que venía, que se intuía duro, que se intuía «en la medida de lo posible», y entre nosotros Ricardo, ya sabíamos que no era mucho lo posible por ese lado.
Lo que pasó fue tanto y tan duro que no es fácil para mi, como para ninguno de los «de siempre» aceptar tan poco.
Hay una frase por ahí de una canción de Victor Manuel que me da vueltas cuando trato de resumir mis cosas: «…si un día miras a los ojos de la patria y donde estuvo la ilusión no encuentras nada, dí que la quieres pero no puedes soportarla…»
Cuando pienso en ti Ricardo, pienso que en Francia a los que participaron en la resistencia se les recibe con honores. Contaban mis profes de la Uni -estudié Ciencias Políticas acá- que no se les permitía pagar nada en los años posteriores a la guerra, ni un café. Los que empuñaron las armas contra Vichy y los nazis son héroes con placas por las calles. Y nadie quiere haber sido colaboracionista ni haber tenido uno en la familia.
Alguna vez pasé con mi hijo, alemán, por el sur de Francia y le mostré las placas, le expliqué, como pude, tanta sangre, tanta lucha entre seres humanos. El no a la guerra acá es un sentimiento que se toca.
Y conste que todo este reconocimiento y el primer gobierno democrático fue uno de derecha.
Pensé en ti hace años cuando traduje simultáneo a un ex combatiente de la resistencia alemana, de esos pocos que pelearon y pusieron bombas e hicieron sabotaje. Estuvo incomunicado completamente 3 años, no le hablaban, 3 años sin un ser humano que le dirigiera la palabra. Mientras otros se suicidaron en el aislamiento pensado como tortura, el se aprendió a Schiller de memoria.
Era un electricista que además estuvo en trabajos forzados. Me contó como hicieron para cortar los cables de transmisión del primer discurso radial de Hitler. Yo entendí, lo felicité, estaba orgulloso de lo que habían hecho. Lo traduje para un grupo de gente a los que él desde su agrupación de ex combatientes del régimen nazi mostraba todos los lugares importantes para la resistencia en Alemania. Al final del viaje frente a una piedra negra que recuerda a los caídos, me abrazó y me dijo «compañera».
¡Qué vergüenza!!! ¡qué vergüenza Ricardo!!! Qué hice yo para que me llamara compañera ese viejo luminoso. Tú si te lo mereces, compañero.
Y eso es lo que se me atraviesa cuando quiero escribir de ti, no sé como decir poéticamente que eras un ser humano como cualquier otro y que sin embargo tú dijiste que si, tú el que dijo ok, algo hay que hacer, y partiste.Por supuesto que esperabas sobrevivirla. Todos esperabamos sobrevivir. Si hubieras sido un Hércules no habría mérito. Tú con tus errores y tus virtudes. Tú con tus rollos y tus bromitas. Tu con un hijo y un país. Así como eras y con lo que había. Por eso eres mi héroe Ricardo, no porque fueras de acero, sino por todo lo contrario. Elegiste no ser victima pasiva. ¡No cualquiera compadre! Otros se llenaron de palabras y ocuparon el lugar que gente como tú les hizo en la mesa y siguen sin mirar para atrás.
Pero para mi ese es el legado, creo yo y ese es el esfuerzo actual. Que se sienten los demás, yo conocí al Silva y no me pienso callar. Se lo debo.
Son otros tiempo, y menos mal, tampoco voy a glorificar la época por obligarnos a entregarlo todo y sin mirar para atrás. No, gracias.
Las maneras de hacer política son distintas, los grupos otros, las necesidades no se comparan con los tiempos de dictadura.
Ahora, tampoco es que te tenga puras buenas noticias, que sepas Ricardo que seguimos con el temita de desprivatizar la universidad, el de desprivatizar el cobre y hoy dele que suene con lo del litio. Y mejor ni te cuento quién es presidente. Esa es nueva, pero como dirían los viejos: los mismos actores políticos en el policy process, jejejejeje… bue, casi, van apareciendo otros y a optimismo no nos gana nadie, y a pacientes tampoco. Ya sabes, lo de la ardiente paciencia, sigue valiendo.
Si Ricardo, no te preocupes que no nos olvidamos, no nos olvidamos de nada, y un día voy a ir a Chile y le voy a contar a Adrián, mi hijo, que esa placa y ese monumento recuerda a los que combatieron contra la dictadura con absolutamente todo lo que tenían a mano y le voy a decir que a ellos les debemos que el mundo sea mejor empezando por reconocerles que ni esta porquería de democracia tendríamos si no fuera por ellos.
Por mientras, mi moto político Ricardo es no hacer lo que no quiero. Tal cual el poema de Benedetti: una cosa es no hacer lo que quiero, pero no hago lo que no quiero. Para eso no se necesita estar muy convencida de nada, ni entenderlo todo.
Listo. Eso es lo que me sale esta vez. Ya sabes, los pelambres los dejo para cuando vea a los que tu llamabas cariñosamente «las viejas», así no quedan huellas. A ver a quién estarán pelando en estos días.
Un beso.
Paloma